China vs. Japón
Desde
Occidente a menudo tenemos una mirada equivocada sobre dos de los países más
importantes del mundo: China y Japón, como si la simple condición de ser
Oriental los igualara en términos sociales, políticos y culturales, cuando en
realidad las diferencias entre ambos países son increíblemente variadas, a
pesar de cierta proximidad geográfica.
Por
un lado, China es un país que combina el comunismo con una de las economías más
fuertes del mundo, llegando a exportar niveles inconcebibles de productos y
materias primas. Japón, por otro lado, es una monarquía parlamentaria
relativamente abierta, y cuya economía se basa principalmente en el desarrollo
de tecnología.
En
términos de distribución del ingreso, las diferencias entre China y Japón son
notorias. Por un lado, en China existen grandes brechas salariales entre ricos
y pobres, aunque es justo decir que esta tendencia viene revirtiéndose
lentamente en las últimas décadas. Japón, a su vez, se jacta de tener una
redistribución de los ingresos mucho más justa y equilibrada.
Hoy
en día existe cierta tensión política entre ambos países, debido a que los
compromisos que cada uno ha asumido a nivel internacional son muy diferentes.
En este sentido, los socios económicos y aliados extranjeros de estos
respectivos países no siempre coinciden. De hecho, a menudo ambos persiguen
intereses contrarios que pueden generar algún tipo de roce a nivel diplomático.
Quizás
la diferencia más ostensible entre China y Japón sea la cuestión geográfica.
Esto implica que cada país debió diseñar sus propias estrategias sociales,
comerciales y políticas para lograr el extraordinario nivel de desarrollo que
poseen en la actualidad.
Japón
es uno de los países más avanzados, a pesar de que en el pasado experimentó un
prolongado período de aislamiento, tanto en términos políticos como sociales.
De hecho, en menos de cien años Japón pasó de ser un país prácticamente cerrado
a la influencia extranjera a uno cuya cultura comenzó a incorporar rápidamente
los conocimientos, técnicas y costumbres venidas de ultramar.
Además
de todo eso, Japón logró recuperarse tras su derrota en la Segunda Guerra
Mundial, y del riguroso control que el gobierno de los Estados Unidos mantuvo
sobre su economía durante años, convirtiéndose poco a poco en una potencia
económica como pocas a nivel global.
China
también ha sufrido sus vaivenes, e incluso ocupaciones foráneas que causaron un
gran daño a su población. Sin embargo, también consiguió sobreponerse a las
dificultades y, debido al impresionante número de su fuerza de trabajo, llegar
a transformarse en una potencia productiva contra la que pocos países se
atreverían a competir, quizás con excepción de los Estados Unidos.
Es
justo decir que el éxito comercial de China se logró cuando el país se abrió al
Capitalismo, aunque esto nunca obtuvo un reconocimiento oficial de parte de sus
autoridades. Recién entonces pudo poner en marcha su maquinaria productiva y su
inconcebible fuerza de trabajo. Naturalmente, esto trajo consecuencias a la
economía japonesa, a pesar de que esta se basa más en el desarrollo de
tecnología que en la producción de materias primas o con un mínimo valor
agregado.
En
China, por ejemplo, existe un control político bastante fuerte de parte de las
autoridades. Esto es un rasgo claro, y ostensible para cualquiera, así también
como las desigualdades entre ricos y pobres, e incluso entre sus modernas
ciudades y las áreas rurales, históricamente relegadas. Japón, por su lado, es
un país en donde existen muchas más libertades sociales, y donde la brecha
entre lo que gana el porcentaje más rico de su población, en contraste con los
de menos ingresos, es considerablemente menos amplia.
Hay
otras comparaciones menos felices entre ambos países. Por ejemplo, tanto China
como Japón poseen ciudades con niveles realmente altos de contaminación
ambiental. En el caso de Japón, y tras el desgraciado incidente de la central
nuclear de Fukushima, se implementaron políticas sumamente estrictas para
reducir su impacto en el resto del país. China, debido a su industria, es uno
de los grandes actores mundiales en la contaminación por dióxido de carbono.
En
lo que refiere a acuerdos, tanto China como Japón son grandes protagonistas de
las principales organizaciones internacionales que existen, y lo seguirán
siendo en el futuro.
Desde
nuestra mirada, Japón parece haber llegado a ese estado general de bienestar a
los que pocos países aspiran, y lo ha hecho de forma sostenida a lo largo del
tiempo. China, en cambio, parece ir en este mismo sentido, aunque recurriendo a
herramientas distintas, principalmente a la industria. Actualmente existen toda
clase de proyecciones respecto de cuál es el futuro de estos dos colosos de la
economía mundial, y todos coinciden en que ambos países tendrán un rol decisivo
para el resto del mundo.
Si
bien es verdad que Japón y China son, en resumen, dos de las economías
mundiales más fuertes que existen, las diferencias entre ambos se hacen notar,
sobre todo a nivel geopolítico, aunque de hecho las coincidencias también sean
evidentes para todo aquel que se tome el trabajo de analizarlas. Los dos están
en la vanguardia de la tecnología, con Japón a la delantera, y ambos invierten
considerables sumas de dinero de sus respectivos presupuestos en materia de
desarrollo e innovación.
Otro
punto que vale la pena destacar es el espíritu competitivo que comparten China
y Japón. Desde ya que éste último disfruta de un bienestar mucho más evidente,
con ciudadanos con un estilo de vida más elevado que el chino, y por tal caso
del de toda Asia, también es importante mencionar que China parece seguir de
cerca esa misma evolución, y que en las próximas décadas los ciudadanos chinos
acaso disfrutarán de un bienestar inédito en su larga y rica historia.
En
este artículo hemos evitado intencionalmente hablar de las diferencias bélicas
entre China y Japón, que marcaron a fuego y sangre el pasado de estas dos
grandes naciones. Por cuestiones de espacio, sobre todo, pero también de
prudencia, ya que no es nuestra especialidad, hemos evitado estos hechos
lamentables y hemos preferido centrarnos en las diferencias y similitudes a
nivel cultural, político y comercial.